Reseña del libro: Carta de una desconocida

“En su cumpleaños número 41, un famoso escritor recibe una carta: la confesión de amor de una muchacha”

REVISTA WRITER AVENUE

Giulliana Torres

12/22/20242 min leer

En su cumpleaños número 41, un famoso escritor recibe una carta: la confesión de amor de una muchacha que lo ha amado con fervor durante toda su vida, pero cuyo rostro apenas resalta en su mente, de entre una larga lista de encuentros casuales.

“Carta de una desconocida” (1922) es una novela de Stefan Zweig cuya voz le pertenece a una anónima mujer en su lecho de muerte. La misiva, motivo del título de esta historia, es recibida por “R”, quien con el pasar de las hojas, pronto se ve sumido en una mezcla de perplejidad y conmoción, tratando de recordar fragmentos de su pasado, fielmente atesorados por un corazón que latió por él silenciosamente, hasta el final de sus días.

Todo comienza en Viena, Austria, cuando un joven escritor de 25 años, entregado a la vida bohemia y a la fugacidad de los amores nocturnos, se muda a un edificio de alquiler. Su vecina, una adolescente con quien no mantiene ningún tipo de cercanía, se fija en él de forma platónica. Ella sueña con una idealizada versión suya, entre sonrisas distraídas y gestos de cordialidad, para luego padecer ante sus ojos ausentes y despistes del día a día, hasta el doloroso momento en que su madre se la lleva a vivir a otra ciudad.

Sin embargo, a pesar del tiempo, la fijación de esta chica por “R” no cesa. Se intensifica y esto nubla sus sentidos. Es así que, a la edad de 18, ya convertida en una guapa mujer, regresa a Viena en su búsqueda, presa de una necesidad casi obsesiva porque los ojos del escritor la destaquen. Y lo logra; pero lo que para ella su encuentro resulta en dos intensas noches de romance, para él no es más que sexo casual con toques de galantería y ternura artificial. Promete buscarla, como el experto seductor que es, pero eso nunca sucede.

Finalmente, 10 años después, vuelven a encontrarse, solo para que ella se tropiece con la dura verdad: él jamás la amará.

“Me hallaba siempre cerca de ti, esperándote o siguiéndote; pero tú no podías darte cuenta, no podías prestarme más atención que a la cuerda de tu reloj, que en la oscuridad de tu bolsillo va contando pacientemente las horas; que te acompaña a todas partes con sus imperceptibles latidos, semejantes a los del corazón, y al que solo muy de cuando en cuando lanzas una hojeada entre millones de segundos”.