1925

“Había llegado noviembre. Se respiraba en el ambiente una mezcla de euforia sutil y tragedia inevitable”

REVISTA WRITER AVENUE

Lamarriv

12/21/20242 min leer

Había llegado noviembre. Se respiraba en el ambiente una mezcla de euforia sutil y tragedia inevitable.

Ella iba vestida de azul rey, él de traje azul marino. Los vi cruzar la calle, con prisas y caras largas, antes de que el semáforo en rojo cambiase a verde. Él llevaba la mirada enfocada en una situación pendiente por solventar. Ella, por otro lado, la perdía en una inmensa melancolía inconfesable. Ellos caminaban muy cerca, uno al lado del otro. Sin embargo, se dibujaba con vasta claridad una incisión entre los dos; un abismo de misterios íntimos; una separación evidente pero invisible. Yo tenía el deseo de acercarme a ellos para decirles lo que hacía convulsionar mi mente, aquello que atormentaba mis días. Pero no fui capaz. El temblor excesivo en mis piernas me impediría dar un paso más para aproximarme a mi objetivo. Había perdido mi oportunidad. Tal vez la única.

Ahora solo me quedaba la buena voluntad de la suerte tropezándose en mi camino, o del milagroso toque de la serendipia justo en el último día de noviembre. Todo al azar. Construcción de falacias perfecta. La indulgente fantasía como único consuelo para el cobarde perdedor. “Sí, claro, Carlos, mañana todo será mejor. Todavía hay tiempo para ser feliz con lo que resta del otoño”, me susurraba al oído una voz irónica día, tarde y noche. Más que la ilusión por ganar algo, que quizás representaría más tarde una pérdida, era esta ansiedad por salir de dudas. Despejar incógnitas. Respirar un aire impoluto.

Estrechar la mano de él, abrazarla a ella. ¿Les gusta dibujar sobre el cielo cuando llega la primavera y el entorno empieza a despedir un sutil aroma a jazmín, y a resplandecer las tonalidades de dorado en la luz? ¿Han sido más felices que desdichados en la vida? ¿Qué hubiesen hecho diferente de saber cómo iban a ser las cosas hoy? ¿Se pidieron perdón, el uno al otro? ¿Se lo pidieron al tiempo que se les escapó, persiguiendo mariposas?

¿Acaso piensan en mí, de vez en cuando? ¿Por qué eligieron Carlos como nombre para mí? ¿Cómo es posible que hayan bailado “Something” de The Beatles, cuando ustedes se casaron en 1925, y yo nací en la década de los 90? Díganme, cómo puede ser posible que yo los haya visto esta mañana, de viento gélido y múltiples contradicciones, cruzar la calle de la sinfonía n°7, tal y como si fuese 1927 y no 2024?

Yo vivo y dejo de respirar al pensarlo. He abandonado mi cuerpo un momento para sentirlos un poco cerca… y caminar sobre una superficie levadiza y metafísica, que se esfumará justo antes de que George Harrison cante la última línea de “Something”.