A ambos lados de la puerta
“La madre no se movió, no dio respuesta, pareció no escucharla”
REVISTA WRITER AVENUE
Sofía Belén Heckel
4/7/20252 min leer


―¿Mamá, venís?
La madre no se movió, no dio respuesta, pareció no escucharla, siguió pasando la esponja enjabonada por la olla en la que había preparado el guiso del almuerzo. Ella salió de la casa dando un portazo, con bronca, deseando sacarla así del ensimismamiento. Le hubiera gustado zamarrearla para hacerla reaccionar. Predijo que cuando terminara con la cocina se sentaría a ver televisión, y luego, comenzaría con la cena. Muda. Hermética. Y así se sucederían los días. ¿Cuántos?, le hubiera gustado saber.
Caminó apurada las tres cuadras que separaban su casa de la de su abuela, no miró al cruzar la última esquina, y chocó de frente con su prima al subir la vereda. Ella venía con las manos en los bolsillos, caminando despacio y mirándose los pies. El impacto las devolvió al presente a ambas.
―¿La tía tampoco viene?
La prima negó con la cabeza mientras empujaba la verja de la entrada. Tenía el pelo revuelto, la camisa manchada, y se notaba que había llorado. Hacía dos días se habían citado en ese mismo lugar, inquietas por un mal presentimiento; habían golpeado la puerta varias veces, al inicio con delicadeza, llamando a la abuela de forma cariñosa; al final, desesperadas, golpeando los puños contra la madera con torpeza y fuerza.
Ahora el silencio se sentía a ambos lados de la puerta.
―Traje bolsas.
Asistieron y avanzaron juntas por la puerta principal, a oscuras. No era necesario encender las luces, conocían de memoria los espacios de esa casa. No dijeron nada más. Ya no necesitaban hablarse, en esos últimos días habían forjado una especie de sinergia para ser capaces de afrontar los deberes que sorpresivamente caían sobre sus hombros.
Salieron empujando las bolsas de consorcio llenas. Habían vaciado la heladera, el freezer, la alacena y los tachos de basura. Retiraron cuantas plantas pudieron. Y, luego de revisar que no quedaran ventanas y puertas abiertas, bajaron la térmica, y cerraron con llave.
Se abrazaron, agradecidas una de la otra. Y caminaron tres cuadras en sentidos opuestos, para volver a la suspensión de sus hogares.