A la luz de lo no dicho

“Bajo las escaleras, casi sin tocar los peldaños y con el corazón latiendo fuerte”

REVISTA WRITER AVENUE

Alejandra Noemí Crotti

9/28/20242 min leer

Bajo las escaleras, casi sin tocar los peldaños y con el corazón latiendo fuerte. Mis pies tropiezan, pero no me detengo. Creo que ya se fue, que me dejó con la duda, que dejó su amor en otra parte. Saludo, como sin importancia, a algunos rostros familiares que me cruzo de camino hacia el parque del club. Pero mi mente está aferrada a la idea de encontrarlo. Afuera el aire está cargado de ese aroma a tierra húmeda que siempre me calma, pero hoy me inquieta.

Me detengo un segundo al lado de la puerta, mis ojos desenfocados buscan entre la penumbra. El crujido suave de las hojas bajo mis pies es el único sonido que rompe el silencio. Entonces lo veo allá en el fondo, sentado donde siempre y como siempre. Yo no entiendo cómo este chico, tan sutilmente, puede hacerme sentir tantas cosas al mismo tiempo. Sin poder evitarlo, sonrío. La sonrisa se me escapa como un reflejo, como si mi cuerpo respondiera magnéticamente a su sola presencia sin poder controlarse. "Gracias por esperarme", susurro.

Me acerco a él, con pasos rápidos pero inseguros, como una tonta que no sabe qué hacer con tanto sentimiento contenido. Cada paso hacia él parece cargarme de electricidad, como si el aire entre nosotros estuviera saturado de algo que nunca decimos, pero siempre sentimos. El leve murmullo de las hojas al moverse con el viento acompaña mis pensamientos, llenando el espacio entre nosotros. Él, con los pies apoyados en la mesa de cemento, mira hacia el cielo nocturno y pone las manos en los bolsillos de su campera. Cuando estoy a pocos metros de él, sin mirarme, dice con esa calma que me desarma: "Mirá qué hermosa luna, como a vos te gusta, tan perfectamente casi llena, como misteriosa". Su voz, profunda y suave, me atraviesa.

Yo, incapaz de decir lo que realmente me quema por dentro, murmuro para mí misma: "Qué hermoso sos vos". Si él pudiera escuchar mis pensamientos, ¿cambiaría algo? No lo sé. Pero acá estamos. El silencio entre nosotros es denso, aunque nunca incómodo. En el brillo de sus ojos veo lo que él tampoco se atreve a decir. Es como si estuviéramos atrapados en un limbo, entre lo que podría ser y lo que nunca fue. Sin embargo, en este instante no importa. Solo estamos nosotros, la luna y lo que nunca nos decimos.