Amatorio
“Ella: solo una voz de gasa y fusa para ser cantada hasta desafinar”
REVISTA WRITER AVENUE
Crispo
4/8/20252 min leer


Como un lirio entre los cardos es mi amada entre las jóvenes.
2.2 Cantar de los cantares.
Tan
tan
tan Ariza que mira y que mira como le crece la barba al espejo, a los charcos de agua y aceite que orillan las calles tan tan Daza sin vísperas, mientras aletean los Urbinos para comer estos ojos enturbiados, mientras la cólera del cólera frunce y achicharra está pasma colonizada por el suspiro.
Ella: solo una voz de gasa y fusa para ser cantada hasta desafinar, hasta que se raje el vino de la copa que se añeja, con labios Tánatos que tantas, pero tantas veces fundieron días en relojes petrificados.
Tan
tan
tan Daza en todas las mujeres, y siempre Fermina en cada célula que lo embarca, a través de la vesícula muy tan próstata que todo lo uretra; ella siempre así, uterina, en la noche donde las lunas se comen y los colmillos se afilan.
Él: una sed sedentaria dentro de un hueso ahuecado, cercana a ruidos de marihuana mal digerida, que presentan presentes de Odiseos de buscapina, con Sansones de bicarbonato, con esas Dalilas sin traiciones que todo lo naufragan, con esas Penélopes… siempre tan ángel que todo lo orgasmian tejida al tejido que se olvida de olvidar, que se basta de bastardear a la suerte por su vasto vencimiento incuestionable, mientras duele mucho la cerveza llena de danzarinas, mientras se encandila, la siempre nova y diva en su claustro de uña astillada.
Florentino: andén y aeropuerto que lagrimea la espera siempre muy Daza en cada silla vacía; yendo del devenir al retraso, intercalando muslos sin nombre, en casas que no son casas donde los colchones no son colchones, y el humo enrojece las sombras con verdes azulados que la acuñan ocaso en plena madrugada. Y en el todo tornasolado de un desaliento que se endulza delirante, con posibles pasadizos embebidos en la nicotina que tiene el “quizás”, la tan cresta del siempre empezar a besarse, reanuda su nudo de amparos y río.
Fermina Fermina de sulfuro y formol, en canciones que callan y sentada en la nube, en el sueño que insomne pasea pendular, con la irreverencia de un rebelde con más causa que la causa y esa especie de nostalgia que no para de llorar. Porque llora como un canto que salado saborea, mientras piensa que la piensan como se tiene que pensar, entre flores, paraísos, sin la polio y afiebrado, redundante, con la vista, con el hambre y el azar, de tenerla y destejerla en un párpado mordido, con el miedo a los resfríos y el calor de un lupanar.