Baile de una noche de verano

“Mi gusto por la buena música, las ganas de bailar y el romance en la pista de baile empezaron desde muy temprano”

REVISTA WRITER AVENUE

Jen C.L.

9/28/20242 min leer

Mi gusto por la buena música, las ganas de bailar y el romance en la pista de baile empezaron desde muy temprano. En el verano de 1991, tenía nueve años y estaba de vacaciones con mis padres en Córdoba, en casa de mis abuelos, y aunque me encantaba trepar a los árboles; jugar con los vecinos, revolcarme en el pasto y pasear a mis muñecas, también amaba salir de fiesta, vestirme bonita, el peinado y los vestidos que me hacían. Una noche fuimos a cenar a un lugar muy lindo en el centro de la ciudad, donde todo estaba ambientado con un estilo muy antiguo, había cena y otros eventos. Esa noche para mí fue muy especial, no solo estaba comiendo todo el helado que quería, sino que de pronto, se apagaron las luces y comenzó un espectáculo de magia y luego el concurso de baile. Me divertí mucho con el mago y vi a todas las parejas bailar, pero solo una me dejó alucinada, en ese momento las demás parejas dejaron de existir.

La música sonaba y ellos se entregaban al unísono, sus pies se adelantaban con cada nota y bailaban como si fuera el último baile. Y así lo recuerdo yo. Me mantuve cerca de ellos casi toda la noche, observándolos. Era apenas una niña que disfrutaba de aquella fiesta y de la pareja más bonita de la pista, sentía la curiosidad de saber si eran novios o solo compañeros.

El mundo adulto es diferente a como lo percibe un niño, pero a mis nueve años eso no importaba, yo lo veía eterno y mágico. Pasó largo tiempo de aquella noche, pero si cierro los ojos lo sigo viendo de la misma manera, y me gusta que sea así. Me inspira. Es una decisión de recordar lo bello. Ahora soy una mujer que paso los treinta, pero un aspecto de mí sigue fiel a esa niña, a todo aquello que me lleva lejos, que atrapa mi atención. La música y los libros siguen siendo mis lugares favoritos, aquella isla donde dejo fluir mis sentimientos más ocultos. Y aún recuerdo esa noche; las luces, el mago, la escena y a los bailarines, la energía, las miradas y todo lo demás.

Bailando fuera de la realidad, la pasión y aceptación, se pertenecían uno al otro, al menos en ese instante, en esa pista. Y yo enamorada de dos amantes del baile, una noche que marcó el principio de mi romance con la música de los 80. Supe de los bailarines lo que debía saber a corta edad. El resto eran solo detalles, ruido del exterior que a mí no me importaba.