El límite
“Vas a entrar en el baño, abrir el grifo de la ducha, templar el agua, desvestirte y entrar al cubículo”
REVISTA WRITER AVENUE
María Alicia Francois
3/4/20252 min read


Vas a levantarte, tender la cama. Mientras enciendes la cafetera y la dejas funcionando, vas a entrar en el baño, abrir el grifo de la ducha, templar el agua, desvestirte y entrar al cubículo rodeado de vidrio esmerilado para que nadie te vea. Después, vas a vestirte con la ropa que elegiste el día anterior, oler el café recién hecho, servirte un poco en la taza de cerámica verde que tiene el asa un poco saltada, agregarle leche, dos de azúcar, revolver y tomar.
Vas a ponerte perfume, maquillarte y salir, tomar el ascensor, mirarte en el espejo, arreglarte la falda algo corta, la camisa, el escote, la cartera negra debajo de la axila. Vas a caminar por las calles de siempre, darás vuelta por la esquina, el semáforo se pondrá verde, una señora te mirará de arriba a abajo, un nene se soltará de la mano de la mamá, un auto, un colectivo pasarán muy cerca y sentirás el viento caliente que despide el escape que levantará un poco tu falda hasta que se vean aún más tus muslos.
Llegarás con tiempo, aminorarás tu paso y como siempre escucharás el silbido, y después la voz y lo que te dice siempre, con leves variaciones, con algún agregado, adjetivo más o adjetivo menos, sentirás en el esternón lo que siempre sientes. Te vas a detener, él te va a mirar, desconcertado, correrá un poco la manguera de donde sale el agua que siempre empuja una basura pequeña desde la vereda hasta el cordón, lo vas a mirar, él te sonreirá, se arreglará un poco el pelo, se acercará un poco, tú lo dejarás.
Y cuando sientas el perfume barato mezclado con transpiración, abrirás la cartera, tocarás lo helado del cañón, lo cálido de la empuñadura, pondrás el dedo en el gatillo, sentirás un clic, sacarás el arma, te mirará sorprendido, le pegarás un tiro justo en el estómago, debajo del hueco que se le abre en la camisa estirada por el abdomen abultado, mientras haces todo eso le vas a decir bajito, solo para que él te escuche, muy cerca del oído, antes de que se le apaguen los ojos, que no necesitas que te diga esos piropos de mierda cada vez que pasas por su cuadra. Vas a verlo caer y seguirás caminando. Escucharás los gritos. Sonreirás.