Celopatía

“Todos los días leo tus cartas, a veces traes regalos en cajas, con tu sello único me las entregas”

REVISTA WRITER AVENUE

Leonardo Barbaro Carballo

3/5/20252 min leer

Todos los días leo tus cartas, a veces traes regalos en cajas, con tu sello único me las entregas, bien vestida y con amabilidad, me sonríes y te vas con la costumbre apartamentera de ser un poco más gentil, tocas mi timbre que ronca como una chicharra, yo me hago el de estar ocupado, pero me desperté temprano para estar listo una hora antes de tu llegada, produzco unos movimientos que causan sonidos de cansancio, de trajín definido en pasos eufóricos por tu entrega, una sonrisa se refleja en el ojo mágico de aquí para allá, pero no viceversa, si no estaría en evidencia, me entregas la carta que parece ser hecha con amor y repito el patrón de fijarme en las otras cartas que cargas, me decepciono como el día anterior, pero no hago que lo notes, tú terminas de preguntar y nos despedimos, allí en la inmediatez, cierro la puerta, lanzo la carta a un costado donde se apilan las otras y estrujo la mirada por la ventanilla de la puerta, donde noto tu traición, le entregas una carta también al vecino del "C" y le sonríes con mayor longitud que a mí, le das un beso en el cachete que a mí se resumió en un saludo de "conocidos", por lo que yo me enervo solo al verlo, como cada día, me acuclillo junto a la puerta donde algunos sollozos gemidos, se escapan en el pasillo, se escucha el murmuro de tu voz que me nombra y yo maldigo, también a mi inocencia, me vuelvo a fijar por la mirilla y se ven tus pasos acercándose a la puerta, yo me levanto, me limpio y me lavo la cara con una rapidez única, donde parezco un hombre nuevo, tú presionas nuevamente el sonido espantoso y yo giro como si nada la perilla, y lo primero que me fijo es en tu hombro donde la puerta del "C" se encuentra abierta y está en la entrada el lánguido y mequetrefe vecino, no logro disimular; este sentimiento se borra cuando te preocupas y me preguntas si pasó algo, muevo la mirada hacia ti con compasión y dulzura, se escucha la puerta del apartamento “C” cerrar, eso me tranquiliza, veo tu cara cansada que expresa tu interés, y yo te digo que no, que todo se encuentra bien, pero me arriesgo a preguntarte: ¿Por qué le llevas a él también cartas, por qué me traicionas de esa manera? y tú, ajustándote la gorra azul, me respondes: Señor, soy repartidora.