Consecuencias inesperadas de hacer la plancha
“Abandonado su cuerpo todo al soporte del mar, con los brazos en cruz, Amanda se deja cegar por el sol”
REVISTA WRITER AVENUE
Karina V. Rucco
12/21/20242 min leer
Abandonado su cuerpo todo al soporte del mar, con los brazos en cruz, Amanda se deja cegar por el sol.
Una respiración acompasada y profunda marca la cadencia de sus pensamientos. En el eterno vaivén del fondo, caracoles y conchillas entrechocan y completan el sonido que la inunda. El cuerpo se hace agua abrazado por el mar. Abrasado por el sol.
Un remolino se eleva desde el fondo, indómito, y ataca su centro. Amanda atrapada en la fuerza centrífuga que la quiebra y la absorbe hacia la hondura. Los ojos se abren y en un instante despiden a los pájaros del aire que se van borroneando en su camino al fondo.
Brazos y piernas tiran como hilos atados del cielo y ese yunque en su cintura arrastra al maniquí en que se ha convertido. Un chispazo en el cerebro enciende alarma y la sangre en guardia despierta nervios. Un rápido reflejo bloquea narinas y boca. Las extremidades se agitan. Las manos se estiran para aferrarse de la superficie del agua, y los pies se agitan para impulsarse a subir. Todos los esfuerzos resultan infructuosos. Una sábana líquida y oscura la atrapa en la profundidad azul.
Agotada por la lucha, Amanda cede el control. Abandona su peso en la arena y se deja llenar de mar.
El sol son unas chispas muy lejos sobre su cabeza. Un caracol despistado le lengüetea el pie y las cosquillas le activan el deseo. El cuerpo toma la forma del agua. Se deshace y se junta en una silueta amorfa que pasea entre las algas.
El golpeteo en los párpados la alerta sobre unos pececitos dorados que revolotean en su pelo. Se relaja y los deja picotear. Un remolino de oro sobre la cara y el cuerpo la sorbe y la limpia.
Algas danzantes en nado sincronizado dejan escapar peces azules como guirnaldas. Asomados a la entrada de sus cuevas, una vecindad de pequeños cangrejos y erizos disfrutan del cuadro. El calamar hace su show de desaparición en vivo.
Un ejército de medusas amortigua el filo del suelo marino en sedoso desparramo, y Amanda se recuesta a mirar.
Los ojos empiezan a encontrar el ajuste perfecto. Súbitamente, toma consciencia de que respirar no es problema. Un cosquilleo detrás de las orejas revela nuevas formas en su cuerpo.