Dejarnos estar

“No dejamos que la mente descanse. No dejamos que los días raros pasen”

REVISTA WRITER AVENUE

Silvia Rueda Lozano

6/21/20242 min leer

¿Qué se contesta a un "¿cómo estás?" cuándo no sabes ni si estás? ¿Qué se contesta a eso en los días raros? ¿En los días en los que te dejas verlos pasar sin sentir más que el mero hecho de estar despierto? Supongo que se contesta un típico "estoy, pero no estoy".

En estos tiempos es muy difícil estar, pero no estar. Leí hace poco en un hilo de Twitter sobre un estudio acerca de la infelicidad crónica en la que vive la sociedad capitalista de hoy en día. "Nuestro cerebro no puede concebir ni gestionar tanto. Los ritmos productivistas del sistema capitalista acaban con los ciclos biológicos de nuestra naturaleza. Estamos sumergidos en el cansancio mental permanente", decía el autor de este estudio. Y es duro darse cuenta de que vivimos en una sociedad que nos ha condenado al cansancio crónico. ¿Cómo vas a estar pero no estar a la vez, si el ritmo de vida que nos hemos autoimpuesto no nos permite dejarnos no estar?

Estamos constantemente en contacto, en puro movimiento, en una necesidad de recibir una vorágine de estímulos e información para los que nuestra mente ―y nuestra salud mental― no están entrenados. Y buscamos que todo eso que recibimos, y que todo eso que damos al mundo, cause un impacto, deje huella, haga que ese día haya merecido la pena.

Hemos llegado a un punto en el que no nos dejamos estar sin estar. Cosas tan mundanas como pararse a ver el paisaje tienen que ir seguidos de un "voy a hacer un vídeo para subirlo a stories", "voy a hacer una foto para mandarlo por el grupo", "voy a pensar en qué voy a hacer de cenar". Y además, nos juzgamos entre nosotros por hacerlo. O si no, sólo hay que pensar en la de veces que vemos a alguien parado en mitad de la nada, mirando a la nada y pensamos "¿qué hace ese ahí? ¿No tiene nada mejor que hacer?".

Vivimos en un momento en el que los ambiciosos sueñan por tener nuevos estímulos, y en cuanto el impacto es más grande de lo que esperaban, se asustan y se esconden. Y en el contrario, en el lado conformista, cuando un estímulo causa un impacto de cualquier tipo en su vida, sueñan con seguir manteniendo la vida que tenían antes de ese cambio. Y al final, entre idas y venidas de "quiero, pero no puedo" y "puedo, pero no debo", seguimos sumergidos en ese cansancio mental permanente.

Normal. No dejamos que la mente descanse. No dejamos que los días raros pasen, sin juzgarlos, sin dejar de ser juzgados, y nos pedimos estar despiertos. Porque nos da miedo aceptar que nos hemos convertido en infelices crónicos, en ambiciosos incorfomistas, y en conformistas aterrorizados. Pero sobre todo, nos da miedo enfrentarnos a ese "¿cómo estás?" que nos hace sentir culpables, porque no somos capaces de contestar. No somos capaces de dejarnos estar, para no estar.