El corazón de Lean

“¿Por qué van todos los relojes al unísono, como si el tiempo fuese único?”

REVISTA WRITER AVENUE

Sofía Belén Heckel

6/20/20241 min leer

El corazón se detiene solo unos segundos. Queda un cuerpo desincronizado del ser anterior. Un interminable silencio oscuro. Como si un reloj se tomara un forzoso descanso, perdiera el compás del tiempo, y al volver, todos los relojes del mundo le ganaran la carrera.

¿Es una carrera? ¿Por qué van todos los relojes al unísono, como si el tiempo fuese único? Difícil responder de primer momento, al abrir los ojos. Dolor en el pecho y miedo. Alivio de seguir vivo. ¿Seguir vivo?

Las opciones del reloj son: saberse atrasado y correr eternamente en busca de los irrecuperables segundos perdidos. Aprovechar la fortuna de que todos los relojes del mundo le muestran el futuro.

¿Hay futuro?

Lo que sí hay ahora es, de nuevo, pulso en la pelota golpeando el suelo en el partido. Intención en la mano que golpea la pelota. Goce en sostener el propio ritmo. Hay vida en ese goce.

Ese reloj del mundo, con sus segundos perdidos, carga con la responsabilidad de decidir entre esas opciones día a día. ¿La carga o la agradece? Si la mano del basquetbolista elije el compás, agradece. En cada pique hay amor, juego, paisaje, presencia y reconoce en el destiempo a un amigo.

Si no elije, cuando se sabe desincronizado; desesperado, corre hacia los segundos perdidos. Casi los toca con la mano, se esfuerza y está a punto de alcanzarlos. Exige un poco más. La pelota ya no está ni golpeando el suelo, ni en contacto con la palma abierta. La pelota queda suspendida en el espacio entre ambos y, como el corazón, se detiene solo unos segundos.