El mapa del viaje
“El verano transcurre deprisa, ajeno a la quietud de quien se va a un pueblo a descansar”
REVISTA WRITER AVENUE
Lana Garen
8/31/20242 min leer
El verano transcurre deprisa, ajeno a la quietud de quien se va a un pueblo a descansar, o al tiempo pausado de alguien tomando el sol en una playa desierta mientras en el horizonte navega un velero en busca de una ruta perfecta de azules marinos o calas a la deriva. El verano transcurre lento, y vislumbra con distancia el ajetreo de maletas, aeropuertos, pasajeros en trenes o turistas fotografiando bellas estatuas en ciudades que se preguntan si acoger o no a un turista más.
El verano está lleno de viajes, al interior, a la montaña, al mar, al pueblo, a la urbe, a un museo, al cine de verano, a la terraza de un barrio o la piscina municipal. El estío nos hace crecer en ese viaje, aunque sea corto y cercano.
El mapa es útil para encontrarnos en esa travesía, en la vida no existe uno que te lleve donde quieras ir. En la escritura tampoco existe una brújula que con precisión nos dé la dirección exacta. Los mapas del escritor son otros.
En los tiempos de espera de mis viajes, escribo en un cuaderno de notas todas aquellas ideas fugaces o constantes que se me ocurren, a veces son sólo descripciones de lo que he visto, visitado o a quien he conocido.
En los viajes cotidianos de mi día a día, presto atención a cuanto me rodea, a todos esos lugares por los que he pasado una y mil veces e intento captarlos con otra mirada, descubro personajes, mundos y situaciones que mi imaginación usará algún día.
En los mapas que consigo en mis viajes, trazo líneas en los caminos que recorro, marco círculos en aquello que he visitado. Todo es un marco para mi constante búsqueda y conocimiento.
La acción que se desencadena en mi viaje, escribir mientras me muevo o me paro, me ayuda a tejer una historia, a construir un diálogo, o a inventar un personaje. Cada una de estas coordenadas forja el punto exacto donde se esconde el tesoro de mi mapa literario.