El micro abierto
“Ayer fui al micro abierto de Cronopios. Ahora estoy en el tren, yendo al pueblo de al lado a tomarme un café con leche”
REVISTA WRITER AVENUE
Luki
2/1/20252 min leer


Ayer fui al micro abierto de Cronopios.
Ahora estoy en el tren,
yendo al pueblo de al lado
a tomarme un café con leche y escribir
como siempre.
Me gusta mucho el tren.
El traqueteo meciéndome como una atracción para cuna.
Pero la gente me agobia.
Siento que son paredes en mis ojos,
que se me tragan con su energía negativa.
Evidentemente, esto no es real.
Es solo cómo me siento.
Pero me gusta sentir algo.
Así que sigo yendo en tren,
y lo disfruto
aunque de miedo.
El bar es lugar seguro.
Ahí ya me calmo.
Ya casi llego.
Ah… ya está,
ya me fumé un cigarro
y tengo café con leche,
que se quite el Rivotril.
Es solo de rescate, el Rivotril.
El tabaco y el café son para cada día.
Pero me puedo tomar un Rivotril cada vez que lo necesite.
Me lo podría tomar por la ansiedad del tren,
o para cualquier otra cosa que me genere ansiedad.
Pero me lo he tomado contadas veces
por cosas que no me apetece contar.
Así que me como la ansiedad
hasta llegar al bar.
El tren y el bar
son viaje y casa.
Pues venir al micro abierto
fue como el tren
y como el bar.
Lo pasé fatal,
tanta gente mirando y escuchando la mierda que hago,
y yo pensando
que piensan
que es una mierda.
Una chica me dijo que muy guay,
y hubo un momento de minidebate,
así que tan mal no habrá ido,
si yo lo sé,
pero mi cuerpo cree que creen que
es una mierda pinchada en un palo
todo lo que hago,
todo lo que digo,
todo lo que gesticulo
todo lo que respiro,
y yo solo quiero morirme
un rato,
hasta llegar a casa,
y tomarme un café con leche,
y fumarme un cigarro.
Y tomarme la Risperidona,
que también es para cada día,
y a veces cada mes,
a veces cada seis meses,
también me la pinchan.
Cronopios fue como el tren.
Me hizo sentir algo.
Por suerte me tenía que ir a pillar el último tren,
y no tuve que aguantar el sentir que me miran con desprecio.
Pero algún día, de noche, mi hermana me dejará su casa,
y podré quedarme hasta el final.
Quizá necesite un Rivotril.
Y Cronopios fue como el bar,
porque me pedí una Coca-cola,
que es casi café,
y me senté,
y había espacio para que la gente no me agobiara mucho.
Había gente a su bola,
gente concentrada,
gente callada,
gente gritando,
como en el bar más de barrio que podría haber.
Un lugar que sin duda me hace sentir en casa.
Eso fue Cronopios:
tren y bar.
Me gustó.
Repetiría.
Pero con un Rivotril.