El segundero implacable

“El crepúsculo me envuelve, una manta gris que se cierne sobre mí, pesada, como si la noche ya hubiera comenzado a devorar el día”

REVISTA WRITER AVENUE

Humberto Medina Mireles

4/7/20251 min leer

El crepúsculo me envuelve, una manta gris que se cierne sobre mí, pesada, como si la noche ya hubiera comenzado a devorar el día. El viento, frío como cuchillas del norte, me corta la piel, haciendo que mis poros se cierren en un grito mudo, un intento inútil de protegerme. La espera se alarga, interminable, y el viejo reloj marca sus segundos con un eco cruel, como si cada tic-tac fuera un latigazo que corta la poca paciencia que me queda. El segundero, implacable, raspa mi alma, desgarrándola, dejando solo el vacío que se va apoderando de cada rincón de mi ser.

La noche, aún lejana, parece dispuesta a engullir por completo la tarde, a tragarse la luz, a sumergirme en un abismo sin fin. Y la espera... esa espera cruel que consume mi cuerpo y mente, como si el tiempo mismo se hubiera puesto en mi contra. Mi alma está a punto de romperse. No puedo soportarlo más. La desesperación me consume, histérica, incapaz de calmarse. Me aprieta el pecho, me empuja, me ahoga. Cada pensamiento, cada imagen de ti se convierte en un veneno que recorre mis venas. Y si esto sigue así, si la espera no termina, si la noche sigue su curso, sentiré que la desesperación arranca mi vida de un tirón, abriéndome en dos. De mis venas brotaría, como un torrente, una sangre fría, gris, que se expandiría por este cuerpo estéril, incapaz de esperar ya más.

La espera ha convertido el amor en un agujero negro que me traga lentamente, sin piedad. El tiempo ya no tiene sentido. Solo hay un vacío, un hueco donde antes había esperanza.