En constante cambio

Se quedaron atrás las formas suaves de moverse entre las circunstancias,
de cuando mi única preocupación era tener alguien con quien jugar,
ya las decisiones perturban mi lento andar,
las consecuencias de mis acciones tienen una forma de caer sobre mi espalda,
una forma demandante, cortante, y punzante.

Ahora quieren algo más que mi presencia serena y alegre,
no basta que sea alguien decente o quizá aparentemente eficiente,
aunque tengo la maldita manía de partirme en trozos y escabullirme
a lugares cálidos y se tornan de un frío que se endurece.

Una mirada obscena se asoma ahora que ya no soy una niña,
la sonrisa sórdida me acorrala en la calle y ya no me protege el brazo de mi papá,
sólo quedan manos escurridizas maliciosas que llegan a rozar mi paz y ya no queda hogar al que escapar.

Ahora que soy mujer un poco árida y un tanto empedernida,
puedo reconocerme y comprender que esta delicadeza se debe encubrir con fortaleza,
porque además del dolor sangriento que emana de aquí dentro, allá fuera hay bestias que tragan sin piedad,
y sí mi futuro luce de riesgos y certezas, entonces no tengo nada que perder y todo por intentar.