Entrevista a Judith Gallardo Ortiz
“Cuando era pequeña ya jugaba a ser profesora, escritora y cuentacuentos. Me pasaba el día entre libros y peluches, que fingían ser mis alumnos”
REVISTA WRITER AVENUE
11/28/20246 min leer
Judith Gallardo Ortiz, fundadora de Genios Lectores, nos abre las puertas de este proyecto dedicado a fomentar la lectura y la escritura creativa a través de actividades culturales. Genios Lectores se centra en acercar el mundo de los libros a pequeños lectores, familias y profesorado, organizando charlas, cursos y talleres que inspiran a conectar con la lectura desde casa y el aula. En esta entrevista, Judith comparte los retos de escribir para distintos públicos, los aprendizajes obtenidos trabajando con lectores de todas las edades y cómo esta experiencia ha influido en su propio proceso creativo.
Háblanos un poco sobre Genios Lectores: ¿cómo surgió la idea de crear este espacio dedicado a fomentar la lectura entre los más pequeños?
Creo que ya nací con la idea, pero empezó a tomar forma cuando me senté y reflexioné sobre qué metas profesionales quería conseguir, hace ya siete años. Me explico: cuando era pequeña ya jugaba a ser profesora, escritora y cuentacuentos. Me pasaba el día entre libros y peluches, que fingían ser mis alumnos. Cuando tuve que decidir una carrera universitaria tenía claro que iba a ser una filología y que, después, estudiaría pedagogía o algún máster relacionado con educación. Mientras estudiaba el grado universitario, me empecé a plantear a qué iba a dedicarme y de alguna forma sabía que tenía que ser algo relacionado con la literatura infantil y la comprensión lectora. Primero, abrí un blog de reseñas. Después, fui realizando actividades esporádicas en bibliotecas y centros culturales. Poco a poco, se me fueron ocurriendo proyectos de fomento que empecé a lanzar en algunas escuelas y, poco a poco, de forma muy natural, Genios Lectores fue tomando una forma más profesional, hasta convertirse en lo que es ahora.
¿Qué es lo que más te gusta de la literatura infantil?
Creo que lo que más me gusta es que está creada con un propósito externo. Me explico: la literatura adulta suele nacer de la necesidad del autor para comprenderse o para expresarse. Es un acto egoísta que, de paso, acompaña al lector en algún momento de su vida. En cambio, la literatura infantil nace del propósito de enseñar, de entretener, de hacer reflexionar. El escritor adapta su lenguaje, crea personajes fantásticos, se obliga a buscar referencias, imágenes colectivas para que el lector se sienta partícipe de la historia. Me parece precioso.
¿Cómo seleccionas los libros que recomiendas en Genios Lectores? ¿Hay algún criterio especial o algún tipo de historia que prefieras compartir con los lectores?
Suelo recomendar en base a dos criterios: la necesidad y la calidad literaria. En base a la necesidad porque escucho a las familias y trato de ofrecerles el cuento como una herramienta educativa, que les ayude a acompañar a los peques de una forma cercana y respetuosa. Y en base a la calidad literaria porque la literatura también es arte. Recomiendo los libros que yo, como lingüista, publicaría por su contenido y su forma.
La literatura infantil parece fácil, pero no lo es. ¿Qué recomiendas a los escritores que quieren adentrarse en ella?
Les recomendaría, sobre todo, que leyeran mucha literatura infantil. No se puede crear sin tener conocimientos y no hay mejor fuente de conocimientos que los propios libros. Roald Dahl, Rodari, Gloria Fuertes, Julia Donaldson son grandes maestros.
¿Cómo crees que las experiencias lectoras de la infancia pueden influir en el estilo o la voz de un escritor o escritora en su vida adulta?
Es extraño que un autor haga obras de una temática o un estilo muy diferente a lo que acostumbra a leer. Así que todas las experiencias lectoras que tenemos, desde la infancia hasta la edad adulta, marcan significativamente la producción.
Además de la lectura, ¿qué otras habilidades o valores crees que desarrollan los niños al participar en un club de lectura?
La lectura es una actividad muy solitaria y un club de lectura, en primera estancia, ofrece la oportunidad de compartir y socializar, de crear un grupo de amigos que tengan intereses culturales. Por otro lado, es una actividad muy buena para fomentar la capacidad crítica, el debate, la reflexión. Es una manera muy bonita de profundizar en las historias y de comprenderlas mejor.
Genios Lectores trabaja mucho con la imaginación de los más pequeños. ¿Crees que los escritores de literatura infantil deberían mantener vivo su niño interior para conectar mejor con su audiencia?
¡Totalmente! De hecho, creo que uno de los errores que suelen cometer los autores noveles es escribir de una forma muy adulta: creando ambientes, diálogos y problemáticas que se distancian mucho a las de los niños. Hay que hacer un esfuerzo extra para conectar con nuestro niño interior, pero también documentarse mucho y estar abierto a ir haciendo adaptaciones.
Recientemente has publicado una novela llamada Lengua secreta, ¡muchas felicidades, ante todo! ¿Qué fue lo más desafiante al escribirla y cómo abordaste esos retos durante el proceso creativo?
Para mí, el reto más grande a la hora de escribir una novela, es cerrarla. Empezar una historia es relativamente sencillo porque tienes mucha ilusión y muchas ideas, pero a medida que la trama va avanzando surgen algunas incoherencias que dificultan mucho el cierre. Abordé el reto con ayuda de un par de lectores cero, que me iban dando feedback y proporcionando una visión externa de la obra.
¿Cómo lograste equilibrar tu trabajo con Genios Lectores y el proceso de escritura de tu novela? ¿Tienes algún consejo para escritores que deben compaginar la escritura con otros proyectos profesionales?
Creo que no soy un buen ejemplo en este tema. La parte creativa la dejo fluir muchísimo y la suelo dejar en un segundo plano: mi proyecto de fomento a la lectura e incluso mis tiempos como lectora tienen prioridad. Al contrario que otras escritoras que conozco, no me marco objetivos muy concretos, como escribir “x” cantidad de caracteres al día o terminar “x” capítulos al mes. Tampoco tengo un horario estructurado, ni un espacio concreto para escribir. Para mí es importante mantener el proceso creativo como una herramienta para desahogarme, dejar aflorar mis pensamientos, mis emociones y mi creatividad. Lo que sí que hago es fijarme unos cuantos objetivos generales que me empujen a terminar los proyectos de escritura que tengo en mente. Cuando los termino, soy muy metodológica: los dejo reposar un tiempo, los releo, los corrijo, se lo envío a unos cuantos lectores cero, hago una lectura más y, después, hago una búsqueda de editoriales. Probablemente, si la escritura fuera mi trabajo principal, dedicaría más tiempo y tendría un proceso mucho más estructurado. El consejo que les daría es que disfruten del proceso, busquen ratitos a la semana para escribir algo, lo que sea, y se olviden un poco de la meta o del objetivo final.
Lengua secreta tiene un título muy evocador. ¿Qué papel juega el lenguaje en tu novela y cómo crees que las palabras pueden transformar una historia?
Estudié el grado universitario de Lingüística porque siento un amor profundo hacia el lenguaje y la comunicación. La lengua es una herramienta con muchísimas vertientes: nos une a lo social, porque nos permite formar parte de una comunidad con una cultura concreta, es la forma principal que tenemos para comunicarnos con los demás, es un método de expresión emocional y artístico, y es también la que hace visible nuestro pensamiento y nuestra razón. Tenía que aparecer en mi primera novela.
La obra está protagonizada por dos personajes femeninos: Luz y Olivia. Luz es la abuela de Olivia y en el primer capítulo muere. Es un inicio impactante, pero necesario, porque a partir de ese suceso, Olivia siente un interés muy fuerte por conocer la vida de su abuela. Siente que se ha perdido un pedacito de ella, que nunca sabrá del todo quién era antes de ser “la madre de su madre”. Ahí empieza el conflicto: Olivia encuentra un diario escrito por Luz, pero ese diario está escrito en una lengua secreta. A lo largo de la novela, Olivia trata de averiguar qué esconde. He querido mostrar la parte más íntima de la lengua, aquella que nos conecta con el pasado, aquella que solo podemos descifrar nosotros mismos, ese código interno que define lo que pensamos y somos.
Las palabras no es que puedan transformar la historia, es que son la historia en sí misma. Muchas veces disfrutamos de una obra no por el contenido, no por la trama, sino porque el texto está escrito de una forma que nos atrapa, que nos hace conectar con la protagonista.