Espejismo

“Las nubes nos hablaban a todos, pero solo tú podías entenderlas”

REVISTA WRITER AVENUE

Lamarriv

6/20/20242 min leer

Las nubes nos hablaban a todos, pero solo tú podías entenderlas, descifrarlas. Me decías, incluso, que si cerrabas los ojos podías escuchar claramente lo que susurraban justo antes de desvanecerse. Este era, entre otros, un sueño para mí. No eran mis ojos los que brillaban al verte, sino la luz que reflejaban los tuyos ante los míos. Odiseas en constante desarrollo a partir de los planes que la imaginación nos hacia tejer cada día, cada noche una aventura que planteaba desafíos con infinidad de obstáculos siempre pensados como imposibles posibles. Las llamadas a las 9, y ese abrazo infinito en diciembre, fueron más que un faro en medio de la nada, más que un cálido y sereno solaz luego del tempestuoso caos… la inmensidad azul de un sentimiento sin fin.

Aún recuerdo ese verano febril sin tregua atenidos a un futuro incierto. Hubo promesas, emociones efervescentes, el violento ritmo del tiempo a destiempo bajo una luna creciente y su tímido brillo.

¿Cuántas veces intentamos escondernos del ruido del viento y de la mala fortuna del destino, que con el tiempo planea sin piedad la definitiva disolución de las más grandes ilusiones? Sucumbir a los designios caprichosos del destino y sus ridículos cambios de humor, jamás fue una opción para tomar en cuenta. Ese amor tuvo más recursos para inventar el tiempo eterno que la forma real de un romance memorable.

Fue demasiado breve. 15 minutos de distancia entre un silencio y un beso imaginario. Casi un cuento surrealista. Casi un affaire perfecto. Platónico. Fuera de esta dimensión. Historia similar a aquel disco que escuché reproducir por mi madre cada viernes por la noche, plagado de laberintos emocionales, paisajes esbozados por un imaginante en constante movimiento; romántico atípico, espejismo tangible. ¿Demasiado breve? ¿Y a qué le debo esta memoria fotográfica? ¿Y todos aquellos detalles milimétricos? Qué obtusa brevedad. Creo que correspondería describir este momento “breve” como un indefinido infinito. Como ese grito desesperado y sostenido en medio de una taciturna y sosegada noche.

Nos conocíamos poco, casi nada.

Sólo de pensar lo mismo,
de repente, en las mismas estrellas,
en aquellas cosas que ya nadie cuestiona,

que ya nadie ve.

Parecíamos sufrir por heridas abiertas,
fingiendo haberlas superado con sonrisas de cristal,
con pláticas de pasillo,
con la mente volando sobre otras circunstancias,
bajo otro cielo,
bajo todas esas nubes viajeras de julio.