Espiando Horizontes

“Perdí la intuición para saber qué hacer cuando mis manos empezaron a temblar”

REVISTA WRITER AVENUE

Lamarriv

8/31/20241 min leer

Perdí la intuición para saber qué hacer cuando mis manos empezaron a temblar en el momento en que me rozaban las dudas y dilemas a primera hora de la mañana. ¿En qué me inspiraría ahora para continuar? ¿Creo aún en algo? El momento se fue. Se fue sin articular palabra alguna. Sin señales, guiños o melodía. Así de fácil, así de fugaz.

“Háblame”, le dijo al silencio prosaico que se respiraba en el corredor. Sólo escuché el eco de mi propia desesperación. Conté hasta diez, miré hacia ese cielo nocturno de destellos intermitentes esperando encontrar en él alguna clase de remanso y solaz. Duró un instante y luego se desvaneció. El respiro. Sí, el respiro descansado y sereno. Su ritmo acompasado similar al tibio sol a media mañana de un agresivo invierno.

¿Dónde estoy cuando me veo huyendo de todo? ¿Quién soy cuando juzgo la manera en la que se distrae mi pensamiento? ¿Cómo saber qué siento si pretendo confundir el latido de mi corazón con el mecánico tic tac del reloj?

Creo que ya he perdido el interés en seguir la ruta de ese río que sólo le da por hablar de fotografías viejas y sus escenas desvencijadas. Su ritmo es lento y desprovisto de espontaneidad chispeante. El lunes pasado, al intentar cruzarlo de puntillas, conseguí únicamente inundar mis botas y ahogar mi tranquilidad.

Agoté todos mis recursos imaginativos. Salí a buscarme debajo de esa dulce lluvia que no moja, sino que empapa el alma y sujeta, con delicadeza, un corazón a punto de romperse en mil pedazos. Me recuperé. O eso creí firmemente luego de salir corriendo a perseguir a una estrella huidiza. Se sintió bien; su sabor agridulce, amable con mis volátiles circunstancias, soledades y pretensiones espirituales, fue más que una panacea para mi atormentada existencia.