Exótica

“Rara, rara como bestia cautiva en un zoo de élite, exótica como enredadera que bordea al humeante volcán”

REVISTA WRITER AVENUE

Sabrina Aldana Boaretto

3/4/20252 min leer

Rara, rara como bestia cautiva en un zoo de élite, exótica como enredadera que bordea al humeante volcán, árbol que se alimenta del magma negro y suelta sobre su pueblo flores de cenizas. Extraña como criatura mitológica de los bosques, que se traga a los hombres y deja danzantes pinceladas de carmín en el río. Terrorífica como ojos fulminantes que miran desde la esquina oscura de los marginados. Intimidante como fantasma, que, dentro del laberinto, congela bajo su velo, los corazones ya duros de quienes miren.

Rara, strange, freek, strano, bizarre, estranya.

Que incomoda, foránea, ajena, lo inoportuno, eternamente alienígena, forastera, la que se busca para entregar su cabeza, advenediza.

Mis ojos son dos platos rotos, que no alimentarán a nadie.

Intrusa de tu hogar aparentemente perfecto, extraña al ojo, que, al querer enfocarme, más me desenfoco. El objeto no identificado que a tus cuencas enloquece. La arena movediza que a tus piernas desacostumbra y que a tus miedos hace temblar.

Y aún soy oblicua, opuesta, artesanal, bellísima consecuencia de fenómenos sublimes. Recorro un pasillo de flores muertas, tierras áridas e ilusiones desiertas mientras un collar de espinas doradas con mi cuello se entremezcla.

Aúllo de día por la soleada soledad, en cada centímetro del segundo espero que los rayos escarlatas del amanecer encuentren en mi cuerpo postura cómoda a su esplendor, que los espíritus desalojen mis costillas de alambre y con ellos apuñalar a Dios y hacer con sus huesos una bicicleta. Ser la mascota rabiosa del ángel Gabriel, curarme con mis lágrimas de rubí, usar el concreto y las anclas como escalera y envolverme con los trapos que tanto me han atado. Cuelga en mi cuello el amanecer entre los restos. La sequedad de los campos fortalece mi carácter. Dejaré de estar endeudada de maldiciones.

Desprenderé muerte para luego ser resurrección, abrazaré el hambre que tanto me ha hecho avanzar, tocarme con soltura de pantera, pantera que muerde la correa de quien la quiere domesticar.

De mí solo queda una voz demoniaca que se hace sangre, sangre cuyo hervor provoca deforestaciones de las que aspiro embadúrname, besar las malezas, adornar mi cuerpo desnudo de artesanías, ponerme como collar la correa, comerme a la más fiera, llorar sucio y coronarme las espinas que antes me hacían doler.

Dando finales a este cuento maligno, jamás a mí. Porque la única historia de amor que no tiene fin es la que tengo conmigo.