La memoria

Se ha vengado.
Es envidiosa, por ser una simple registradora.
Una funcionaria pública.
La que archiva mis alegrías, pero no las vive.
Resentida; ahora no me deja acceder a ellas.
Me confundo, no sé si son recuerdos o anhelos.
Por su culpa: sus rostros están borrosos, las voces más lejanas.
Insisto en abrir esas puertas, revisar las gavetas.
Pero están cerradas.
Me mira satisfecha, sabe que estoy perdida.
Somos dos niñas pequeñas que juegan al mío, mío.
Pero ella se ha quedado con todo.