La muerte y el tiempo

“Dicen que por ese portal, la muerte puede ingresar a nuestro mundo y quedarse aquí”

REVISTA WRITER AVENUE

Ailén Lancini

12/21/20243 min leer

Hay un momento en la tarde, unos minutos, donde el sol se oculta en el horizonte, tras el mar, y deja un camino en la arena, que muestra la delicada línea entre la vida y la muerte. Es una estela de sal que, iluminada por la estrella más grande, nos deja perplejos.

Dicen que por ese portal, la muerte puede ingresar a nuestro mundo y quedarse aquí. Es ahí donde el tiempo la espera y le da el permiso para llevarse algunas almas que ya deben partir. Esto fue así desde el comienzo de los tiempos.

La muerte no quiere hacer caso y decide que es momento de llevarse más de lo que el tiempo le exige. La vida es frágil y la muerte es parte de ella; no hay forma de huir. Una vez instalado en esta dimensión, comienza a llamar a las almas antes del amanecer. Las almas luchan por el pacto que acordaron con el tiempo. Algunas de ellas aún no han llegado a su momento. Es ahí cuando el tiempo se impone a la muerte. Las almas han firmado un contrato, y no hay manera de que él las traicione. La muerte está aquí, junto a la vida, pero el tiempo define en qué momento la muerte interviene. La vida y la muerte saben que pueden existir simultáneamente en cada momento. Él no puede existir sin la vida, ya que si no hay vida, no hay nada que muera. Es así que la muerte está enamorada de la vida, porque ésta le permite ser.

El temor a la muerte hace que el valor de la vida sea mayor.

La vida necesita pasar por sus etapas para encontrarse con la muerte. Algunas creencias dicen que, en el momento de morir, se ve una luz que nos guía hacia la puerta del útero, dando lugar a una nueva vida. Y es ahí donde la vida y la muerte pasan un instante juntos. Los afortunados que volvieron de la muerte son los desafortunados niños que no nacieron. Este sería el ciclo de la reencarnación de las almas, regido por el tiempo.

El tiempo guarda un secreto de la vida; solo él y las almas saben cuál será su fecha de muerte.

La inocencia brilla en los primeros años de vida, por lo cual no tiene en cuenta a la muerte. Los hechos de su entorno y la misma curiosidad la llevan a conocerlo. Una vez explorado, comienzan a surgir sentimientos. La vida siente angustia por la muerte, él la ve y no sabe cómo explicarle que es parte de la vida, que no debe temerle, pero ella no entiende y le tiene miedo, pánico, le genera ansiedad. Eso lleva a que la muerte sienta un rechazo y le genera tristeza.

La vida sigue cruzando etapas, evolucionando, y pierde el miedo por la muerte, hasta lo desafía. Ella se cree inmortal. La muerte se acerca a la vida, limitado por el contrato que las almas tienen con el tiempo y, aunque intenta deshacerlo, el tiempo no lo deja.

La vida empieza a comprender que su tiempo es corto y deja de desafiarlo para comenzar a respetarlo. Es ahí donde la muerte descansa; se vuelve un espectador de los momentos donde la vida empieza a disfrutar de cada instante. La muerte sabe que no faltará mucho para que la vida comience a temerle de nuevo, pero esta vez su temor tiene sabiduría; presiente que se acerca su fin.

La vida no entiende cuánto él la ama. La muerte no quiere arrebatarla por mezquindad; él lo que más desea es tener ese instante juntos.

El tiempo es vida en este mundo. La vida está limitada por el tiempo, pero en este caso, la muerte hace que el tiempo en la vida tenga sentido. La magia está en disfrutar el presente; de nada sirve vivir en un pasado o en un futuro incierto.

Ilustración de Marcelo Vargas