La noche más gótica
“Todo gran lector tiene escritores y libros favoritos, le recuerdan la felicidad de estar leyéndolos en un momento de su vida”
REVISTA WRITER AVENUE
Lana Garen
7/29/20242 min leer
Todo gran lector tiene escritores y libros favoritos, le recuerdan la felicidad de estar leyéndolos en un momento de su vida, muchas veces no siendo contemporáneos ni paisanos, pero sí de vivir la experiencia con la misma historia. No sé si como lector se te ha ocurrido pensar en la posibilidad, por ejemplo, de poder tomar un té con un gran escritor o escritora de otro siglo, con alguna de las personalidades del mundo literario consideradas clásicas de los que hay que leer una vez en la vida.
Mi imaginación me trasladó a una gran casa situada cerca de un lago al norte de los Alpes, un paisaje más suizo que francés, se cuenta sobre esa mansión que se reunieron artistas coetáneos y que de sus paredes salieron dos grandes monstruos de la literatura. Un lugar así se me antojaba el ideal para disfrutar de una noche con un clásico.
Me acerqué a la casa desde sus jardines, admiré la belleza de sus altos muros y dos pisos de habitaciones. Llamé a la puerta y pedí cobijo a los visitantes que habitaban la casa de manera temporal en una de esas noches extrañas del año sin verano de 1816, un siglo que se ve lejano, donde las mujeres vestían falda y los hombres traje. Aquellos visitantes me acogieron al fuego de la chimenea en pleno junio, a la luz tenue de las velas, me invitaron a participar en la velada de relatos de fantasmas que estaba a punto de comenzar. Y con mi mejor sonrisa disfruté de uno de los momentos cumbres de la literatura europea, me senté a escuchar el ingenio de Byron o la poesía de Percy Shelley, mientras esperé que tomara la palabra mi admirada Mary, su esposa.
En ese lugar donde las coincidencias destinadas hicieron su magia, fui testigo del momento en que Lord Byron invitó a sus amigos a escribir un relato de miedo para leer al resto, encerrados en aquella casa por el mal tiempo imperante, su médico, amigo y aprendiz de escritor John William Polidori, escribió la historia que sentó las bases de los vampiros, y Mary Shelley escribió uno que inspirará posteriormente su Frankenstein.
No creo en el azar, sí en el destino, y esa noche de no verano estaba predestinada para todos ellos. En esa casa conocida como Villa Diodati, en ese siglo, con todos ellos, se es testigo de que hay lugares y momentos donde la inspiración y el arte se sincronizan.