La soledad, la esperanza, la tristeza, la alegría
“La soledad se sienta a beber en el salón vacío de un pueblo muerto”
REVISTA WRITER AVENUE
María Elisa Romano
4/7/20251 min leer


La soledad se sienta a beber en el salón vacío de un pueblo muerto.
Con mesas tendidas para nadie, tazas y platos llenos de polvo,
sin gente, sin perros, sin gatos, sin canarios,
solo ventanas abiertas a la oscuridad de un pueblo fantasma.
La esperanza toma carrera y sobrevuela el barrio,
mira desde arriba los patios y terrazas polvorientos,
las secas macetas de flores marchitas.
Vuela más alto ignorando montañas de basura,
baldíos, escombros, embotellamientos absurdos,
causas perdidas, despliega sus verdes alas
y promete y promete y promete inflándose de optimismo.
Sin desesperar, es así de crédula, la esperanza.
La tristeza cuando llueve, llueve imparable anegando almohadas,
pañuelos, bufandas.
La tristeza entrecorta el aire disponible, hace remolinos de hojas,
oscurece paisajes y recuerdos,
la tristeza a veces dulce, a veces cruel o amarga,
no se rinde fácilmente y siempre le cuesta despedirse.
La alegría salta, corre, rebota, no para, se tienta de risa, llora de risa.
Abraza, comparte, no duda, festeja
se siente parte de todo, todo está ahí para su deleite,
el sol, la mesa tendida, la copa, el brindis, el amor, los amigos.
El sueño dibuja con sal pasadizos posibles o imposibles.
Nacen y mueren situaciones por segundo,
el borde de la almohada es el contorno del abismo,
el límite de la propia frontera.
El sueño no piensa, avanza.
Despertar es la pregunta…