La tragedia del cocido
“Estamos en un bar hablando de las cosas más intrascendentes de la vida, porque tal vez aquello de lo que sería necesario hablar resulta demasiado difícil”
REVISTA WRITER AVENUE
Saqui
11/27/20242 min leer
Estamos en un bar hablando de las cosas más intrascendentes de la vida, porque tal vez aquello de lo que sería necesario hablar resulta demasiado difícil para nosotras en este momento.
Hay mucho ruido en el ambiente. Entre los demás clientes, el entrechocar de vasos en la barra y el odioso sonido de la televisión de fondo, siento que casi no puedo oírte. No hay que mirar la pantalla para saber que están echando un partido de fútbol. Siempre es fútbol.
Una parte de mí se siente aliviada por el ruido, por muy molesto que sea. Me hace pensar que, si estuviéramos sentadas aquí, en absoluto silencio, entonces tendría que buscar otra explicación para el abismo que se abre de un lado a otro de esta sucia mesa de bar, una mucho menos banal que la cacofonía de la televisión y el murmullo constante de gente ebria.
De pronto, me dices que te apetece comer un buen cocido; que tienes muchas ganas, porque ya ni te acuerdas de la última vez que probaste uno.
No estoy del todo de acuerdo. Antes, siempre insistías en prepararlo, al menos, una o dos veces al año, a pesar de que ni a mí ni a mi hermano nos entusiasma demasiado este plato. Igual que la fabada —una vez, cuando era pequeña, me sentó mal—, o los callos —siempre aparto los trozos de tripa, solo soy capaz de comerme los garbanzos y el chorizo—. No puedo evitarlo; son cosas que no me gustan, pero que a ti te encantan, así que se convierten en pequeños sacrificios necesarios.
Mientras tomas un sorbo profundo de tu copa, pienso en todos esos pequeños sacrificios necesarios que hacemos a diario, y me cosquillean las mejillas al darme cuenta de que esa es la clase más infravalorada de amor: que yo odie el cocido, pero que lo comamos año tras año, ya que es tu comida favorita.
Y entonces, como si no estuviéramos ya caminando sobre la cuerda floja, me confiesas que lo que más te gusta del cocido no es la carne, ni el caldo con el que hacer sopa después, sino la compañía. Es un plato que se cocina para muchos, dices, que dura varios días, que se comparte con la familia sentada a tu mesa.
No tiene sentido hacer cocido para una sola persona.
Por eso llevas tiempo sin prepararlo en casa.