La verdad de Maite Vera
“Maté a Angelino de la Villa a las cinco y veintitrés de la mañana. Calma, te prometo que no tuvo una muerte tranquila”
REVISTA WRITER AVENUE
María Salas de la Cita
11/7/20242 min leer
Maté a Angelino de la Villa a las cinco y veintitrés de la mañana. Calma, te prometo que no tuvo una muerte tranquila. El cura descubrirá su cuerpo en la capilla a las nueve y dos minutos, hasta puede que sea quien encuentre esta nota (si eres tú, que sepas que tus misas son aburridísimas). Su funeral se celebrará mañana al mediodía. Todos se reunirán en este mismo templo a recordar lo buena persona que fue. Parece que sólo yo sé que fue un hijo de la gran puta.
Siempre había pensado que era absurdo que los novios del pueblo pasaran la noche de antes de su boda rezando en la iglesia. Cosas de paletos. Cuando me di cuenta de que la vida me estaba dando una oportunidad de oro, empecé a prepararme. Tardé un buen rato, porque lo de ponerse un vestido de novia no es tan fácil como había pensado. Salí de casa a la una de la mañana y llegué a la iglesia treinta minutos después.
Su cara fue un poema en cuanto me vio. Ay, Angelino el ingenuo. Como era de esperar, me hizo las típicas preguntas: “¿qué quieres?”, “¿por qué haces esto?”, blah blah blah. La verdad es que no hablé mucho con él en las cuatro horas y siete minutos en las que estuvo atado al altar desangrándose, sólo antes de arrancarle los ojos.
―¿Sabes por qué tengo las uñas sucias, Angelino?
―No.
―Es por la tierra del cementerio, bobo, la de la tumba de nuestro hijo.
―Eso no era mi hijo. Si no lo hubiera matado se habría convertido en lo mismo que tú.
No me dejó otra opción. La luz del sol atraviesa las vidrieras, reflejando hermosos colores en paredes, suelo y techo. El amarillo me recuerda a los días antes de conocerle, cuando era feliz. El verde a tiempos en los que era imbécil y pensaba que me amaría como yo a él. El azul a todas las lágrimas que lloré por su compromiso con otra mujer y por el asesinato de mi hijo. El rojo se mezcla con la sangre que adorna mi vestido.
Mi justicia ya está hecha y ahora sólo queda matarme yo. No me da miedo el infierno, porque no puede ser peor que esta vida. Quien quiera que seas, gracias por leer esto, por lo menos alguien sabe mi verdad. La verdad de Maite Vera.