No eres tú, soy yo

“Tras la última relación fallida, el joven quedó destrozado, creyó que esta vez sería diferente, pero terminó de nuevo con un corazón roto”

REVISTA WRITER AVENUE

Ximena Rodríguez Riveros

4/7/20252 min leer

Tras la última relación fallida, el joven quedó destrozado, creyó que esta vez sería diferente, pero terminó de nuevo con un corazón roto. Después de haber gastado tres quincenas en una escena de ensueño para pedirle matrimonio, ella dijo que no. Entonces, él decidió que debía cambiar, debía lograr que ella se arrepintiera de dejarlo.

Comenzó a ejercitarse y a cultivar su mente en diversos temas, pues ella en muchas ocasiones se lo había pedido, pero nunca le hizo caso, no obstante, con el fin de despertar de nuevo su interés, dedicaba todo su tiempo libre a mejorar su persona. Los resultados no tardaron en notarse, se volvió culto, carismático y con cierta aura misteriosa. Su ambiente había cambiado totalmente. En el trabajo, sus compañeras y uno que otro compañero lo miraban con otros ojos, le hablaban más seguido y con más amabilidad.

El propósito de despertar nuevamente el interés en la que fue su prometida funcionó. Una tarde, al salir del trabajo, ella se le acercó después de casi un mes de evitarlo hasta con la mirada, le dijo que sentía mucho lo que había pasado, que ella no estaba segura del todo en ese momento, que había demasiadas cosas en su vida pasando al mismo tiempo cuando le propuso matrimonio. Le pidió otra oportunidad. El joven aceptó inmediatamente, su relación era muy diferente ahora, parecía que ella se encontraba más cariñosa de lo usual, bastaban un par de caricias para permanecer toda la noche en la cama amándose. Pero algo le preocupaba profundamente al joven; era el hecho de que ella lo volviera a rechazar. Él deseaba casarse con ella para amarla por la eternidad, sin embargo, en el fondo sabía que volvería a ser rechazado.

Una noche, mientras ella dormía plácidamente después de haber unido sus cuerpos, él tomó una decisión. Lo que había estado estudiando, lo puso en práctica como en ocasiones anteriores. Empuñó el cuchillo en la nuca de su amante, fue indoloro, se quedó dormida para siempre. Limpió su cuerpo, retiró sus órganos, inyectó líquidos embalsamadores, sacó uno de los vestidos de novia guardados, la vistió con él, la maquilló y la colocó en un ataúd de cristal con un ramo de rosas en su regazo, a su parecer era el aspecto que cualquier novia hubiese querido el día de su boda. Él se vistió de traje, se colocó la loción que ella le había regalado, le recitó sus votos de amor eterno, la besó con delicadeza, y colocó el ataúd junto a los otros, pidió disculpas a las demás novias por haber roto la promesa que hizo hace tiempo, la de no llevar a una más, las admiró y recordó algunos momentos tiernos que había vivido con cada una. Finalmente, terminó su ceremonia con una reverencia, y sin darles la espalda, cerró la puerta del cuarto de las novias.