Nuevavera
“Cuando todo parece perdido y el viento gélido cree anunciar la permanencia de un etervierno”
REVISTA WRITER AVENUE
Fiorella Ciancaglini
2/1/20252 min leer


Cuando todo parece perdido y el viento gélido cree anunciar la permanencia de un etervierno. Cuando nuestros pensamientos se tornan de amarcarcha y el té con especias ya no alcanza para calentar nuestras emociones congeladas. Cuando en la tarde el reloj da las seis en punto y el cielo se oscurece dando inicio a la tortura de la eternoche.
Y cuando hace meses que la solidaridad no acaricia nuestras pieles y nos transfiguramos en fantasvivos, cuando nos aferramos a la vida únicamente a través de los recuerdos de la viejavera.
Es entonces cuando los primeros indicios de la nuevavera comienzan a atravesar la neblina de nuestro agotamiento sempinvernal. Cuando la brisa se torna fresca y no inclemente, cuando nos ahoga el perfume del verdeflor, cuando el sol decide que no desea marcharse de la fiesta de la primavera tan temprano, que desea retornar lo antes posible. Cuando las eternoches se hacen efímeras y uno ansía la compañía de un otro que lo haga sentir menos solampañados en veladas que parecen rogarnos escapar de nuestros hogares.
Es durante el equinoccio de esta salvavera que se puede presenciar uno de los actos más tiernamente humanos que trae este milnacer de las emociones. Si uno sabe donde mirar, siempre hay pistas: las redes se plagan de ternuras primenamoradas o de comentarios putrenvidiosos, los puestos de flores rebosan de pétalos del color del sol y las personas caminan por la calle dejando vagar sus ojos sobre las flores, que descansan dentro de los tachos de pintura en las esquinas de las diagonales.
La nuevavera trae consigo la certeza de que el sempinvierno no ha logrado marchitar el amor. De que que existen infinitas personas que aman y son amadas, que aguardan todo el año hasta su llegada para derretir los corazones semi-congelados de sus amantes con ramos de flores sobrepreciados.
Resulta bastante sencillo discernir quienes son los que están yendo a otorgar esta ofrenda florecida y quienes acaban de recibirla.
Los agasajados parecen flotar sobre la inmundicia de las calles de la ciudad con un andar ligeramente tonto e infantil. Se aferran con ambas manos al ramo al cual dirigen miradas fugaces, una sonrisa estúpidamente dulce tiñendo sus facciones radiantes. Como si el mundo desmoronándose a su alrededor fuese tan solo el set de fondo para la escena culmine en su vida de comedia romántica.
Pero aquellos que ofrendan entre los pétalos de las flores un fragmento de sus corazones... sus disposiciones parecen más cercanas a las de un filme de terror psicológico que al final de El Diario de Bridgette Jones. Su piel palidece, las manos les tiemblan y caminan a paso apresurado. Si se encuentran con el tiempo detenido, aguardando, tamborilean el suelo con sus pies o chequean obsesivamente sus teléfonos. Aferrándose a los tallos de las flores, sus manos sudadas siempre a punto de quebrantarlos.
Sea uno ofertor, receptor, amante, amado o ninguno de ellos, nada de todo esto resulta innegable y conmovedor que la nuevavera trae siempre consigo el renacer de nuestra humanidad.