Oscuro sueño de octubre
“Había una vez una princesa que jamás perdió los zapatos; no vivía en un castillo ni en el bosque encantado”
REVISTA WRITER AVENUE
Jen C. L.
2/1/20252 min leer


Había una vez una princesa que jamás perdió los zapatos; no vivía en un castillo ni en el bosque encantado; ella vivía al lado de mi casa y escuchaba a Luis Miguel, fumaba mucho y sufría un constante abismo emocional. No recuerdo la primera vez que la vi, pero sé que ella recordaba bien el día que me conoció, cuando yo era un bebe. Su nombre era Laura y otros niños le decían mamá, pero yo le decía Tía.
Laura lloraba cuando la primavera iba llegando al final y cuando el verano casi ni existía en tiempos helados, se volvía de piedra ese deseo de quererse escapar, ese instante en que dejaba de ser ella y se convertía en una extraña, ausente de toda magia y espíritu, manteniendo la esperanza en su corazón y tratando de enterrar un pasado gris. Ella era como una princesa, pero atormentada y triste. Sobrepasaba los límites de la prisión en la que se encontraba; iba construyendo muros con serpientes y creando versos crueles en lugares imaginarios; a veces hablaba con silencios y otras, a gritos. Laura dibujaba puentes con dragones en la torre más alta para esconderse y era difícil encontrarla. Como toda princesa, tenía un príncipe; existió un hombre valiente que supo amarla y corresponderle con todo su corazón; pudo contenerla durante largo tiempo y compartió con ella sus días y su soledad, la defendió a capa y espada de todo y de todos. Una mañana de agosto su príncipe perdió la fuerza; no le alcanzó el tiempo para lidiar con los fantasmas de la princesa, su corazón se detuvo y su cuerpo se volvió arena. Todo era silencio a su alrededor, y la oscuridad no tardaría en apoderarse de ella. Con el tiempo, los tres guardianes que la cuidaban perdieron la batalla frente a los demonios que la perseguían, y la princesa prisionera en ese abismo, destilando el miedo que atormentaba su alma y su mente fue llevada al hospital por última vez. Se entregó al sueño una mañana de octubre y en un suspiro eterno puso final a su cuento.