Potencia del deseo
“Te me acercas y siembras un beso tierno en la mejilla izquierda, tibio y sereno”
REVISTA WRITER AVENUE
Flavia Hein
7/29/20241 min leer


“Dulzura de la seda,
del cristal esmerilado, del hilo de plata,
de la pana terciopelo, de la piel que lo lleva,
del ojo que la contempla”
Anne Dofourmantelle, Potencia de la dulzura
Te me acercas y siembras un beso tierno en la mejilla izquierda, tibio y sereno, pero tus labios no se conforman con quedarse ahí, siguen su camino, curiosos, deslizándose por el cuello y es la clavícula, con su firmeza quien los invita a entreabrirse y dejar asomar la lengua, húmeda, suave y resbaladiza, que pronto se guarda para que los labios ejerzan una leve presión y comprueben la dureza del hueso. La clavícula es ahora saliva tibia y ardiente y tu lengua sabe que hay más; divisa una escalera de lunares y baja de lunar en lunar, y es en ese descenso que encuentra una dulzura que no está dispuesta a perder, esa piel nueva le devuelve algo que creyó haber perdido para siempre. No se detiene, no sería justo, su recorrido desemboca en el pezón que lo recibe dispuesto a ser lamido por esa lengua que se estira y se repliega, que juega en círculos y es toda saliva pastosa desde la areola hasta el pezón.
Tus manos, por su parte, son quienes dibujan a este cuerpo que te es nuevo y se deja acariciar, olfatear, lamer, chupar, caldear hasta que el goce de la carne queda derramado cerca, muy cerca de lo que fue el deseo original.