Radio Ambulante

“Yo soy la chica que aprende todas las cosas a través de canciones que escucha en la radio”

REVISTA WRITER AVENUE

Laura S. Martineé

3/4/20252 min leer

Yo soy la chica que aprende todas las cosas a través de canciones que escucha en la radio. Cosas de todo tipo: los estados de ánimo del cielo, las croquetas favoritas de los border collie, los colores estivales de Azores, y lo único que realmente necesita la gente, según The Beatles: el amor.

La estación de radio que sintonizo es ambulante y es dirigida por un solo locutor. Este personaje peculiar e interesante, con el tiempo, se convertiría en mi mayor confidente y maestro sin siquiera saberlo. Su nombre era Ulises. Él manejaba una combi Volkswagen 1982-T2 amarillo canario, simplemente a dónde lo llevara el corazón, con Amaral a todo volumen, repitiendo: “quiero sentir el universo sobre mí.”

Recuerdo que el día que lo conocí, llevaba las emociones a flor de piel, un overol de mezclilla azul clásico y el corte de pelo al estilo Eddie Vedder. Todo un rockstar de clóset. Todo este perfil era producto de una perspectiva imaginaria lejana. Ahora se estarán preguntando entonces cómo es que asumo haberlo conocido. La respuesta es sencilla: yo lo había vivido mediante un sueño lúcido o algo parecido. Lamentablemente, lo perdí de vista en esos vaivenes incomprensibles de la vida, en ese parpadeo de ojos, distraída en el trayecto de aquella estrella fugaz. No lo volví a ver más. Ni a él ni tampoco a su combi amarillo canario. En su ausencia, recuerdo no haber derramado ni una lágrima ni articular una sola palabra durante días. Lo sentí tal y como lo cantó Cerati en Puente: “Si algo callé es porque entendí todo, menos la distancia.”

Él siempre quiso ser como John Lennon, filosófico, rebelde y disruptivo. Pero el futuro tenía otros planes para Ulises. Nada más y nada menos que acabaría como una piedra rodante en el camino, al son del mismísimo Bob Dylan. Y yo, como la chica que lo aprendió todo cantando las canciones que en la radio ambulante escuchó, mientras el mundo giraba a su ritmo.

La última canción que reprodujo, antes de evaporarse así de repente, fue mi última lección; aprendí que siempre hay una luz al final del túnel, a pesar de no creerlo, con Lyset de Efterklang en danés.