Respiro a medio camino
“Uno nunca intuye ni prevé que un día normal se puede convertir en el segundo peor día de tu vida; el primero, el que naciste”
REVISTA WRITER AVENUE
Rosaura Veloz
3/5/20251 min leer


Uno nunca intuye ni prevé que un día normal se puede convertir en el segundo peor día de tu vida; el primero, el que naciste.
No hablo de esos días en que pierdes el autobús, tu carro se avería camino a un encuentro importante, un excitante viaje se cancela o te contagias de una enfermedad pandémica.
Me refiero a esos días que recuerdas para toda la vida, no porque tengas buena memoria, ni porque es esa historia que haces a la mesa en cada cena de Navidad mientras tus hermanos se burlan de la mala suerte que tienes. Al contrario, la gente se silencia para no hacerte sentir incómodo; para no remover las arenas del dolor. Clavan sus ojos en ti como si quisieran abrazarte con su mirada, y luego cambian de tema rápidamente.
Hay días que no solo parten tu vida en dos, sino también tu espíritu, tu cuerpo, tu corazón. Nunca vuelves a respirar como antes, porque cada recuerdo te corta la respiración. Desde ese día, debemos constantemente recordarnos que estamos sosteniendo el aire en un pulmón al que ya no le cabe más recuerdos, olvido, dolor; y que, si en unos segundos no lo sueltas, te asfixiarás.
El amor y el dolor dejan nuestra respiración a la mitad. El amor deja el aliento fuera, en busca de más; el dolor lo deja dentro, sin posibilidad de que nada más se inhale. Yo, desde el día en que la perdí, no volví a respirar profundo jamás, solo cargando la fuerza justa para sobrevivir y que una persona menos, de las tantas que lo harán, te olvide.
Mi hogar murió hace 1 año, 4 meses y 6 días, da lo mismo decir 495 días, la pasada semana, ayer, hoy, mañana… ¿quién cuenta los días? También le llamaba mi lugar favorito, fresca brisa de verano, mi tibio abrazo. Mis hermanos, en cambio, siempre le llamaron mamá.