Té de tilo
“Busca en la alacena las viejas tazas de Sarah Kay. Cada vez que me llama, tomamos té de tilo”
REVISTA WRITER AVENUE
Matilda Leyría Villar
12/21/20242 min leer
Mi corazón late como la pava de mamá cuando hace té. Busca en la alacena las viejas tazas de Sarah Kay. Cada vez que me llama, tomamos té de tilo con esas tacitas para recordar mi etapa de obsesión con ella. Mamá dice que le da nostalgia, que cada vez que las mira le dan ganas de llorar. Yo siempre bajo la mirada y digo que mirar el pasado es como clavarse una espada en la cabeza y deslizarla por el resto del cuerpo. Ella siempre responde igual.
—Ay Valentina, no digas esas barbaridades.
Apoya las tazas de Sarah Kay con más intensidad de lo común. El contacto retumba en mi cuerpo. Con delicadeza me mira de reojo; labios curvados, se ensanchan con el caer del saquito. Evito su mirada gris.
—¿Qué té querés, mi vida? —me pregunta.
—Tilo, ma. Si siempre tomamos tilo.
Ella se encoge de hombros.
—Y no sé, hoy es tu día especial.
—¿Por qué es especial?
—Porque estamos juntas.
—Estamos siempre juntas, deberíamos hablar de eso…
Me calla acercándome la taza a los labios. Tomamos el té en silencio. Yo finjo tomar, si intento sé que va a pasar. Sé que caerá en toda mi falda y que el piso se ensuciará y que mamá se levantará de golpe y que sus ojos se pondrán aún más grises y que las lágrimas me van a obligar a irme. Una vez más.
Ella me mira al buscar la tetera.
—¿No vas a tomar? —pregunta.
—Está muy caliente.
—¡Para nada! Está a la temperatura perfecta.
—Vos porque tomás todo caliente.
—Tomá, mi vida. Tomá el té.
—Ma… no empieces.
—¡Tomá el té!
La cocina se vuelve silenciosa. Ambas nos miramos fijamente, sus ojos se empiezan a humedecer cuando digo:
—Hablemos de vos.
—No, tomá el té.
—¿Cómo está papá?
—No me preguntes a mí, pregúntale a él.
—Sabés que no me va a escuchar. Nadie puede.
—Yo sí.
—Mamá…
—Tomá el té.
—Sabes que no puedo.
Estiro mi mano hacia la suya. Ella la aparta cuando siente un viento atravesarla.
—Tomá el té.
—Mamá…
—Tomá el té.
—Dale, hablemos.
—Tomá el té.
—Contame cómo va todo acá.
—¡TOMÁ EL TÉ!
Vuelve a azotar el silencio cuando sus palabras retumban en mí. Sus ojos empiezan a lagrimear, el gris nunca fue tan oscuro. Entonces llevo la taza a mi boca. El té cae por mi garganta, una catarata. Pero no se detiene, traspasa hasta la silla y salpica todo el piso. Miro a mamá, ella se esconde entre sus manos mientras llora. Llora como una niña. Llora como el primer día.
Yo solo suspiro, no me gasto en hacerle un mimo, va a hacerla llorar más.
—¿Cuándo me voy a poder ir? No podemos seguir así.
Mamá gime y tira su taza. Los pedazos retumban junto a los míos, solo se ven los ojos de Sarah Kay. Su vestidito ya es parte del piso.
—¿Vuelvo mañana, a la misma hora? —murmuro.
Ella asiente sin mirarme.