Un fragmento de tiempo

“Un tropiezo del tiempo con el destino, cruzo lo que podía haber sido con lo que fue”

REVISTA WRITER AVENUE

Ailén Lancini

1/31/20252 min leer

Ilustración de Marcelo Vargas

Un tropiezo del tiempo con el destino, cruzo lo que podía haber sido con lo que fue.

El tiempo descubrió que hay un universo paralelo, un vórtice donde los deseos de las personas fueron insertándose en un vacío. Un espacio donde el tiempo no tiene injerencia, dominio, ni poder. Un lugar sin estructura, donde todo cambia y no hay temporalidad, es más grande que él mismo. El destiempo, antítesis del tiempo, donde todo se rige fuera del tiempo.

Donde las vidas son eternas y no existe lo efímero. Ese espacio donde los deseos de una pareja, de amor eterno, quedan guardados. Ahí es donde se refugian las promesas de amistad, los libros sin fin, la felicidad y los recreos eternos. Un lugar lleno de burbujas que no explotan, de veranos que anhelamos que nunca terminen. Donde los besos y abrazos son perpetuos. Un paraje en el que la belleza de las mariposas nunca muere. Un sitio donde los deseos de una madre, de que su niño siempre permanezca pequeño, se hacen realidad, o donde el sueño de ser un adolescente o niño eterno es real. Ese lugar de cumpleaños interminables. Un punto donde los lugares permanecen intactos, perpetuos.

El destiempo se desprendió del reloj para crear su propio universo paralelo de sucesos distantes. Como un rompecabezas se fracciona; es desordenado, no tiene secuencia lógica y es discontinuo, aleatorio.

El tiempo se encuentra con el destiempo en una ensoñación; ahí advirtió no tener el control dentro del mismo. El que regía el sueño es el destiempo. Este se presentó lleno de fragmentos, y le advirtió al tiempo su inevitable muerte, para así trascender y sutilmente intentar fundir ambas realidades.

El tiempo sabio lo oyó cauteloso, inmutable, sabiendo que tiene la potestad sobre la realidad, le confirmó que su predicción no sucedería.

El orden, junto con él, provoca la evolución del universo. El tiempo limitado de las cosas permite el disfrute y la valoración de lo vivido o recorrido. Vivir el momento es parte del tiempo, y cada ser aprecia el segundo para existir.

El tiempo es abstracto, hasta que produce transformaciones significativas; deja huellas como las eras. Cada una trajo una evolución inevitable. El paso del mismo, en su rigidez, promueve el cambio obligatorio. Todos se reverencian ante él, hasta el mismo sol le teme al tiempo. Aguarda su muerte; sabe que, como toda estrella, explotará.

Se rige de ciclos solares o lunares, limitado por días de 24 h, meses y años que, según la cultura, van cambiando.

El tiempo descubrió que nosotros creamos realidades paralelas en distintos espacios.

El destiempo viene a quedarse, sin entender que solo lo usamos para viajar en él. Es el momento donde nos sentimos a contramano de la vida. Todo se siente distinto: un minuto dura una eternidad, un segundo demasiado y una hora pasa volando.

El vértigo es placentero, al igual que la locura, y aquí estamos nosotros, transportándonos entre tiempos, como polvo de estrellas.