Viajeras de un mismo tren
“El acto mismo de leer es una búsqueda constante de quietud y de manejar el tiempo para olvidarse de él”
REVISTA WRITER AVENUE
Lana Garen
11/6/20242 min leer
El acto mismo de leer es una búsqueda constante de quietud y de manejar el tiempo para olvidarse de él; de la misma forma que el acto de escribir es pura soledad, una estrategia interna para la creación del escritor con su imaginación, y su mente. Qué paradoja que ambas actividades se fundan luego en una misma, y dialoguen entre sí el lector y el escritor.
El viaje en tren es parecido, consiste en manejar el tiempo que transcurre lento en el vagón, y cada viajero recorre el paisaje que observa pasar en soledad. Avanzo rápido por el andén, sorteando pasajeros y maletas, subo antes de que cierren las puertas. Camino por el tumultuoso pasillo buscando mi compartimento, en mi billete se lee claro:
ORIGEN: Mundo Real
DESTINO: Imaginación
Miles de kilómetros que no descubriré sola, están esperándome las mujeres que me acompañan desde hace años, celebrando cada reunión creativa como si fuera la última. Hace tiempo que decidimos romper el silencio de nuestras habitaciones propias, y tuvimos el valor de compartir nuestros escritos entre nosotras.
El traqueteo es la música de fondo para la charla animada sobre libros, o algún aspecto que nos preocupa de la realidad. Según pasan las estaciones, todas vamos más ligeras del mundanal ruido, más llenas de imaginación para escribir o para crear una vida mejor.
Recuerdo que una vez leí que este tipo de círculo literario que formamos nosotras, ya existían en el siglo XVII, con el nombre de “salones”, donde los nobles recibían en sus casas a poetas, escritores, amigos, o artistas con el afán de tener compañía, refinarse, o buscar mecenazgo. A veces eran pequeños círculos con una anfitriona intelectual como ocurría en París, a estas mujeres se las llegó a llamar “musas” en los salones alemanes.
Buscamos un lugar donde nuestras inseguridades, atisbos de grandeza, imperfecciones, sabiduría, o simples dudas puedan ser compartidas y comprendidas sin juicios de valor. Ahora el tren alcanza la estación de la Inspiración, y en el compartimento se escucha cómo se deslizan las plumas en el papel, ideas que van y vienen, sus cabezas les ponen un orden, aparecen historias, reflexiones, inventadas o recordadas. Después, como grupo, escuchamos a cada una que quiera compartir con el resto.
El poder del círculo literario que formamos radica en que simboliza el universo, no tiene ni principio ni fin, como nuestra imaginación.